And in the end… el capitalismo siempre gana
Idealistas van, charlatanes vienen, pero el capitalismo siempre acaba imponiéndose. La fuerza de la economía de mercado es implacable. ¿Hasta […]
Idealistas van, charlatanes vienen, pero el capitalismo siempre acaba imponiéndose. La fuerza de la economía de mercado es implacable. ¿Hasta cuándo aprenderán que la justicia social debe buscarse dentro del sistema capitalista porque lo contrario, un sistema económico dominado por el Estado, simple y sencillamente no funciona?
¿Cuántos casos más debemos atestiguar para darnos cuenta?
La Unión Soviética y países satélites cayeron como un dominó por la debilidad estructural de sus economías. Podían poner un hombre en el espacio, pero no asegurar la provisión de papel de baño para toda su población.
Deng Xiaoping se dio cuenta que, de no transformar la economía china al capitalismo, se generaría un caos. Famosamente dijo: “No importa si el gato es negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”. Hoy China es una potencia mundial emergente gracias a una economía capitalista dinámica, sí, con gran intervención del Estado, pero capitalista al fin y al cabo.
Qué decir de América Latina donde ya tuvimos experimentos alternos a la economía de mercado que han resultado en grandes fiascos.
Cuba es uno de los países más pobres del hemisferio con serios problemas de abastecimiento de los productos más básicos (van a decir que a consecuencia del embargo estadounidense, pero, hombre, la economía cubana siempre ha sido un desastre, hasta cuando recibía miles de millones de dólares de subsidios anuales de la Unión Soviética).
Salvador Allende trató de transformar la economía de mercado en Chile generando un caos que terminó en un trágico y reprobable golpe militar.
Y luego vino Chávez en Venezuela.
Armado con sus petrodólares, revivió la idea de una economía socialista donde el Estado fuera el propietario de los medios de producción. La vieja idea de la izquierda latinoamericana radical que no tolera la convivencia con la economía de mercado. Ahí iba el popular Presidente estatizando todo lo que se le ponía enfrente. Esto, creía, produciría la anhelada justicia social y felicidad del pueblo venezolano.
Muchos en México suspiraron al ver a Chávez, y luego a su sucesor, Maduro, reivindicando el papel del Estado como agente único de la economía. Por fin alguien, en la región, desafiaba el poder de los cochinos capitalistas explotadores.
Pero una cosa es la retórica y otra la realidad. ¿Cuál fue el resultado del experimento socialista del siglo XXI en Venezuela?
Este país pasó de ser uno de los más ricos de América Latina a uno de los más pobres. La economía venezolana se redujo en 80% en los últimos siete años generando millones de pobres (muchos más de los que había antes del chavismo). Más del 20% de su población ha tenido que migrar a otros países.
And in the end… el capitalismo siempre gana. Efectivamente, después de expropiar y nacionalizar más de cinco mil empresas en 20 años, poner controles de precios, fijar el tipo de cambio, en fin, hacer todo por imponer la fuerza del Estado sobre el mercado, Maduro está implementado una serie de medidas contrarias con el fin de atraer capitales a su país.
Reporta Florantonia Singer en El País, que el Estado privatizará (palabra que le pone de punta los pelos a los estatistas latinoamericanos incluyendo el presidente López Obrador) parcialmente las dos principales compañías de telecomunicaciones, las empresas petroleras, de gas, hierro, acero y aluminio. El chavismo ya había devuelto algunas de las muchas compañías que había expropiado y cedido otras a una nueva élite empresarial, la llamada “boliburguesía”. Además, el Gobierno ha permitido la libre circulación del dólar y relajado los controles de precios.
No es gratuito que Maduro haya visto la luz. Como Deng, sabe que, si no regresa al capitalismo, el caos económico pondrá en peligro la continuidad política de los bolivarianos, tan pronto como en 2024 en que hay elecciones presidenciales. Mejor cambiar al gato por uno que pueda cazar ratones.
En México, por fortuna, nuestro Presidente, que sí suspira con ideas estatistas, ha respetado la economía de mercado, salvo en un sector: El energético. Ahí sí quiere que el Estado controle por completo la provisión de estos bienes tan importantes para la economía. El costo será enorme para los contribuyentes que tendremos que subsidiar las pérdidas de Pemex y la CFE. Y, cuando se torne insostenible para el erario, el Gobierno en turno tendrá que salir corriendo a pedirle a los privados que inviertan en este sector con el fin de evitar un descalabro económico. Maldito capitalismo, siempre gana.
Leo Zuckermann
Twitter:@leozuckermann