Desde la «supermanzana» hasta las mega torres de departamentos apilados: las ideas de Mario Pani que crearon Tlatelolco y moldearon CDMX
Mario Pani regresó de Europa con una idea insólita: la arquitectura puede resolver problemas tan grandes como la sobrepoblación. No […]
Mario Pani regresó de Europa con una idea insólita: la arquitectura puede resolver problemas tan grandes como la sobrepoblación. No solo eso, sino que la arquitectura pensada al extremo puede dar en un santiamén vivienda digna con «centros urbanos» ideados en materiales, estructura, paso de luz y comercios para que, quien viva ahí, sea feliz.
Pani es recordado por ser el gestor de las ideas en México de construir torres con departamentos apilados, no al estilo de la convencional torre de vivienda, sino de mega construcciones rodeadas de ampliadas áreas vedes. También es el creador en México del concepto de «supermanzana«, de los planes de construir ciudades satélites a la capital, y, en suma, de concebir una arquitectura que no se basa ni en la estética ni en la personalidad, sino en la función.
Con esa filosofía como estandarte Pani construyó miles de departamentos, cientos de edificios y decenas de proyectos, desde el plan maestro de Ciudad Universitaria de la UNAM, hasta el plan de Ciudad Satélite y, desde luego, su obra cumbre: el conjunto Nonoalco Tlatelolco.
El regreso de Mario Pani a México
El tío de Mario Pani, Alberto Pani, era un hombre adentrado en la política. Secretario de Industria, Comercio y Trabajo durante cuatro años, fue el mismo que le dio el puesto de cónsul al padre de Mario, Arturo Pani. Por el nuevo trabajo, toda la familia tuvo que mudarse en 1925 a París, en donde Pani estudió arquitectura en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Mario Pani volvió a CDMX en 1934 y revalidó sus estudios de arquitectura ante la UNAM (un episodio que es recordado por tener tintes de ser administrado como un caso excepcional) y solo un año después a su regreso, Pani se hizo de su primer trabajo: diseñar la casa de su tío, un trabajo que estaba encargado al también arquitecto Obregón Santacilia.
«Yo estoy sumamente disgustado con ese señor, no me gusta lo que está haciendo, no me hace caso, lo vas a hacer tú«: las palabras del tío Alberto sentenciaron a su sobrino a sus primeros trabajos designados en un caso discutible de nepotismo.
El tío de Mario Pani le encargó no solo el diseño de su casa sino también el del Hotel Reforma y ahí fue donde nació la aversión de Santacilia por Pani; le llamó «afrancesado«, criticó sus obras más importantes e insinuó muchas veces en los años venideros que el arquitecto era lo que era debido a sus influencias.
La decisión de que Pani de 24 años tomara los encargos de su tío fue irrevocable. Aunque la denuncia de nepotismo parece legítima, por fortuna para la ciudad Pani se encaminó hacia una prolífica carrera enfocada en resolver uno de los mayores problemas de la capital ante el «milagro mexicano»: la llegada a raudales de mexicanos a la capital.
Con la revolución mexicana a escasos 20 años la capital experimentó sus recuperaciones económica y poblacional y estalló para crecer en más de un 250% de 1930 a 1950 Mientras que en 1930 había 1.3 millones de habitantes, 20 años después la cifra era de 3.1 millones. ¿Cómo hacer que una ciudad alcance para tanta gente que vive en ella?
Geometría y razón para arquitectura con función
Pani no perdió ni un segundo al volver a México. Revalidó su carrera, fundó la revista Arquitectura México en 1938 y trabajó sin descanso construyendo y como asesor de residencias, apartamentos y hoteles.
En 1946 consiguió su gran oportunidad: Pani recibió el encargo de hacer el multifamiliar Presidente Miguel Alemán, CUPA, por sus siglas, en donde experimentó creando mega torres para dar más vivienda, pero, en vez de atiborrar una contra otra, también creó locales comerciales dentro del precio y muchas áreas verdes. Fue un concepto criticable porque no seguía las lógicas de inversionistas de hacer casas unifamiliares horizontales y de llenar cada metro cúbico con vivienda. Cada centímetro sin una casa en el predio se veía como un desperdicio.
Pani junto con el arquitecto Salvador Ortega crearon el CUPA utilizando modelos matemáticos para calcular con precisión materiales y reducir los costos de construcción. El éxito no tuvo precedentes: Pani debía construir 2000 casas unifamiliares pero se las arregló para hacer 1,080 viviendas que, en vez de estar acomodadas horizontalmente, fueron apiladas entre ellas.
Lo que Pani comenzó a hacer fue cimentar su carrera basado en ideas del muy afamado en círculos de arquitectura, Le Corbusier.
Le Corbusier era un arquitecto europeo muy conocido por sus pensamientos funcionalistas. En aquel entonces criticaba duramente la construcción masiva de viviendas unifamiliares que ocupaban grandes extensiones de terreno, lo que empata como antecedente para la resistencia que Pani tenía de la vivienda horizontal. El argumento es uno bastante fácil de entender: a más casas construidas horizontalmente en las periferias de las ciudades, menos espacio habría para la agricultura, la ganadería, y para zonas de captación de agua que sirven como reabastecimiento de mantos freáticos.
Se dice que un muy joven Pani asistió en tiempos de estudiante a varias de las conferencias del afamado arquitecto Le Corbusier, quien por aquel entonces creó lo que llamó «Ciudad Radiante«, un proyecto de ciudad que consistía en edificios de gran altura para liberar espacio para zonas verdes, siempre con servicios en plantas bajas. Entre las ideas de «Ciudad Radiante» estaba construir rascacielos con amplias entradas de luz, donde los edificios tendrían de base planos irrebatiblemente marcados por la geometría y no por la estética. La propuesta estaba tan anclada a la linealidad como a la construcción de zonas verdes para fomentar siempre el aire fresco dentro y fuera de los edificios.
Como todo proyecto previo materializarse, el plan de «Ciudad Radiante» era perfecto, casi utópico. Críticas venideras no impidieron que Le Corbusier fuera inspiración para generaciones enteras que se formaron con su filosofía a cuya corriente se le denominó como «racionalismo«. Su base es simple: toda arquitectura debe estar fundamentada en la razón y en la función.
La aproximación de Pani no era distinta: la arquitectura no como arte, sino como raíz de soluciones inspiradas en la geometría y la simpleza.
Las ideas de Le Corbusier fueron importadas y adaptadas por Pani en México, pero decir que Pani fue una copia de Le Corbusier es injusto. Pani también introdujo en sus primeros ensayos, el del CUPA y el de la Unidad Modelo en Iztapalapa, su concepto de supermanzana, inspirado no en Le Corbusier sino, pareciera, en las siedlungen alemanas, según el historiador Guillermo Sánchez. Las siedlungen alemanas son unidades habitacionales creadas rápidamente para satisfacer las necesidades de vivienda tras la Segunda Guerra Mundial.
Al concepto de «supermanzana» importado y adaptado con las ideas funcionalistas Pani le llamó «células úrbanas«, y su función debía ser la de recrear convivencias entre vecinos al estilo de «pueblos pequeños«. Pani creía que muchas células urbanas podría aportar a la regeneración urbana de la capital.
Una buena célula urbana debe cumplir varios requisitos: debe tener andadores grandes, áreas verdes, no tener accesos para autos y sí todos los servicios necesarios «para que ahí se promueva la vida tranquila y se viva en conjuntos como pueblitos«, describió en su momento el propio Pani en entrevista con la historiadora Graciela de Garay, en 1990.
Geometría, supermanzanas, cálculo en materiales y mucha área verde, son pilares de la planeación de Pani en la Unidad Modelo y en el CUPA, y el éxito fue descomunal. Solo cuatro años después de entregar el CUPA, Pani y Ortega construyeron el Centro Urbano Presidente Juárez (CUPJ), con el doble de presupuesto. Mientras que el precio por metro cuadrado de construcción en el CUPA fue de 184 pesos, en el CUPJ se alcanzaron los 345 pesos.
La hazaña no solo fue repetida, sino mejorada: cuando en el CUPA se dejó un 80% de terreno libre, en el CUPJ se alcanzó el 93%.
Con los trabajos del CUPA y el CUPJ, Pani dejó de ser el «afrancesado» del que un buen sector de la arquitectura mexicana dudaba, en parte por su procedencia, por sus relaciones familiares con personajes muy políticos, y por no haber estudiado en México. Los tres trabajos de multifamiliares consolidaron el inicio de su carrera y le sirvieron como prueba para las que serían las pruebas decisivas de su filosofía arquitectónica.
El proyecto de las ciudades satélite
De 1946 a 1948 Pani se encargó de construir el Conservatorio Nacional de Música y, en 1952, la torre de Rectoría de la UNAM. Ese mismo año fue inaugurada Ciudad Universitaria, la sede principal de la UNAM, con el plan maestro de un grupo de arquitecto entre los que estaba Pani.
Pani imprimió su concepto de supermanzanas en Ciudad Universitaria. En el plano la huella de Pani es inconfundible. Es evidente la intención del plano de crear circuitos que abrazan grandes extensiones de terreno donde para movilidad interna solo es posible transitar a pie.
Por esas fechas alguien tuvo la idea de que la ciudad no alcanzaría para dar abasto a toda la gente que seguía llegando a la capital, así que la siguiente idea fue descentralizar al Distrito Federal y crear ciudades satélites, el trabajo no menos que ideal para un arquitecto que piensa en los planos para resolver problemas sociales. Pani recibió el llamado y tuvo la oportunidad de plasmar sus ideas a una mucho mayor escala que con el CUPA y el CUPJ: **Pani tuvo carta abierta para crear el plan maestro de Ciudad Satélite, cuya prioridad es que fuera independiente económicamente, pero de todas formas bien conectada con Ciudad de México.
En el plan maestro de Ciudad Satélite abundan los pasos a desnivel, los centros comerciales y, como no podría ser de otra forma, las supermanzanas. El proyecto fue fiel a la idea de Pani de descentralizar la Ciudad de México para solucionar problemas como la insuficiencia de recursos naturales en la capital.
Para la conexión con la capital e incluso para facilitar la movilidad dentro de Ciudad Satélite, Pani previó al automóvil como un pilar de la movilidad, una decisión que vista en retrospectiva es muy criticable, pero entendible dado que de vuelta a los años 60 nulo era el enfoque de sustentabilidad en las obras arquitectónicas. Benditos los años 50 en que se pensaba que el automóvil sería más una solución que un problema en el área metropolitana.
El plan concibió un macro monumento como entrada a la ciudad satélite para lo que Pani mandó a llamar al arquitecto Luis Barragán, quien junto con el escultor Mathias Goeritz creó una de las piezas más emblemáticas del área metropolitana: las torres de Satélite, una puerta anunciada a la ciudad de la modernidad y símbolo del progreso.
Quizás nunca se sepa cómo sucedió pero el proyecto de las ciudades satélite fue abandonado. El plan original de Pani resultó en las torres hechas por Barragán y Goeritz, pero no mucho más. Algunos elementos como los desniveles fueron considerados, pero la verdad es que el plan de Pani terminó siendo desechado casi en su totalidad y Ciudad Satélite pasó de ser la promesa de una urbe satelital y planificada a un asentamiento irregular urbano más. El doctor en historia, Daniel Garza, lamenta que el plan fuera olvidado, así como el de varias ciudades satélites a la Ciudad de México.
En sus palabras, «las torres de Satélite son hoy una ruina monumental que anuncia un futuro anhelado y planeado que, sin embargo, nunca se concretó«.
Otros proyectos que planteaban la visión «futurista» de Pani nunca fueron desarrollados, como el de la estación de un monoriel de aspecto singular que estaría justo a lado de Bellas Artes.
La visión modernizadora de la filosofía de Mario Pani tendría su oportunidad más grande poco después del plan desechado de Ciudad Satélite. Para la segunda mitad de la década de los 50 Pani construyó la obra más simbólica del funcionalismo en México, el multifamiliar más grande del país, el Nonoalco-Tlatelolco.
Tlatelolco, la cumbre de Pani
Tlatelolco, como comúnmente se le conoce, fue pensado como un núcleo autosuficiente para más de 12,000 viviendas, el proyecto de Pani más ambicioso que produjo el multifamiliar más grande de México y el segundo más grande de América del Norte. El proyecto no estuvo libre de polémica por acusaciones de despojos de tierra a habitantes de la zona y por daños a ruinas prehispánicas del lugar.
La idea principal, de nuevo, estaba caracterizada por su simpleza: la propuesta era dejar 75% de las cerca de 100 hectáreas asignadas totalmente libres y, de todas maneras, llegar a una densidad de 1,000 habitantes por hectárea. Así se crearon tres supermanzanas: La Reforma, la República y La Independencia. En ninguna de ellas el automóvil podría ingresar y en todas deberían abundar los andadores y los pequeños locales.
Siete años después del inicio del plan la unidad de Tlatelolco se inauguró con 102 edificios y seis estacionamientos con 649 cajones cada uno. Dentro hay hasta la fecha centros deportivos, escuelas, oficinas y hasta teatros.
Así, Pani consiguió el pináculo de su carrera. No hay ensayo más visible de sus ideas que Tlatelolco. Quien lo haya visitado recuerda que circular en el multifamiliar por primera vez es extraño, porque en efecto, la arquitectura ha conseguido recrear una suerte de convivencia vecinal relativamente ajeno al barullo citadino que es propio de una zona que está a escasos dos kilómetros de la plancha del zócalo capitalino.
El ensayo de las células urbanas en Tlatelolco ha valido muchos análisis. Por un lado es cierto que las áreas verdes no escasean así como tampoco los locales comerciales en planta baja, pero mientras hay quienes alaban el concepto por contribuir a una «regeneración urbana«, hay quienes utilizan el caso de Tlatelolco para ilustrar que la idea de Pani quedó lejos de la promesa.
La arquitecta con maestría en urbanismo, Citlali Reza, escribe que el conjunto Tlatelolco habitacional tiene un deterioro generalizado por la operación y funcionamiento de los servicios. Que llegue a faltar alguno de los servicios básicos desgasta las relaciones en una zona que precisamente se caracteriza, como era el plan, por una muy alta densidad de habitantes.
La clave para entender el desgaste es que por décadas el mantenimiento de Tlatelolco corrió a cuenta del Banco Nacional de Obras y Servicios, pero eventualmente dejó de haber recursos federales para el centro urbano de más de 100 hectáreas.
Cierto también es que la organización social dentro de Tlatelolco es bastante sólida, como reconoce Reza. Mucho tiene la cantidad de eventos históricos que han sucedido ahí, desde el asesinato de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, hasta una macro huelga en 1974 por la que 70 de los 102 edificios declinaron del aumento de incrementos en cuotas de mantenimiento.
Y, por si fuera poco, los habitantes de Tlatelolco se enfrentaron al terremoto de 1985 que cimbró algunos de los edificios y por el que tuvo que ser demolido el Nuevo León. Habitantes del edificio habían demandado arreglos en los cimientos del edificio antes del terremoto pues decían escuchar mucho ruido de las cadenas de los elevadores.
El saldo fue de obras de recimentación y reforzamiento en 32 edificios y demolición de 11. El saldo en población fue que la mitad de habitantes de Tlatelolco abandonaron sus departamentos, así que la población pasó de ser de casi 80,000 a 40,000. El valor inmobiliario de la zona cayó.
El sismo, dicho sea de paso, hizo mella en otras construcciones de Pani. Después de 1985 el CUPJ tuvo que demolerse casi por completo. Tres de los edificios altos colapsaron y seis más fueron demolidos pues su reconstrucción implicaría mucho recurso por parte del ISSSTE. Aunque el presupuesto asignado fue mucho mayor al del CUPA, el CUPJ se construyó sobre terreno con muy mala calidad de suelo, en la colonia Roma. El CUPA, en el que se invirtió mucho menos, permanece intacto, pero ello no impidió que resonaran aquellos dichos de Santacilia de décadas atrás sobre los «peligros» de los «rascacielos de Pani«.
El funcionalismo que quedó olvidado
Más allá del debate que hubo sobre células urbanas, no volvió a haber un Tlatelolco en México porque las ideas funcionalistas de Pani no resonaron con fuerza. La corriente funcionalista, como muchas otras corrientes arquitectónicas, eventualmente fue superada y la crítica fue dura: entre las acusaciones al formalismo estuvieron una «hiper racionalización» de los edificios y la carencia de personalidad en las obras.
Las caricaturas del arquitecto Saul Steinberg con críticas al funcionalismo publicadas en The New Yorker son muy elocuentes en esos argumentos:
Otras críticas constantes al funcionalismo (y por tanto a las ideas de Pani) están en la eliminación de la intimidad y la forma en que lo colectivo impera sobre lo privado en los multifamiliares. A nivel más conceptual sobre lo que es la arquitectura, la corriente funcionalista siempre le mantuvo como solución a problemas sociales, pero argumentos como los de la arquitecta Reza ponen en duda si el concepto tuvo una ejecución exitosa, sobre todo considerando que otros factores han contribuido que Tlatelolco no sea el epítome de la convivencia ideal y sin fricciones a modo de los «pueblos pequeños» que Pani pensó.
«Por desgracia, los proyectos de planeación urbana y reordenamiento territorial, independiente de sus bases científicas y técnicas, no son suficientes para cambiar las cosas. Existen intereses políticos, económicos» escribió alguna vez la historiadora Graciela de Garay.
Una crítica similar a la arquitectura como solución a problemas urbanísticos y sociales es la dirigida al plano de Ciudad Satélite. Es imposible saber qué pensaría Pani de saber en qué se transformaron sus ideas de organización si viera la caótica Ciudad de México del 2022 en donde abundan los congestionamientos por las mañanas y por las tardes, pero, por prometedor que el plan fuera en su momento, la explosión demográfica terminó por rebasar cualquier trazo. Los más críticos del funcionalismo son los que aseguran que no hay solución arquitectónica que alcance para arreglar todo problema de una ciudad y, ciertamente, no el de la explosión demográfica que le sucedió al área metropolitana después de los años 60.
En los análisis más pesimistas sobre el trabajo de Pani, los principios del funcionalismo terminaron por convertirse en el origen de casas de interés social, apiladas una sobre otras, con espacios insuficientes para que en ellas vivan familias completas. Incluso con ideas funcionalistas la vivienda nunca alcanzó y como consecuencia se pensó en la vivienda como los espacios apenas suficientes para poder vivir. «Eso no es dar vivienda. Esas son soluciones muy ingeniosas para empacar familias«, le dijo el arquitecto Pedro Ramírez a la historiadora Graciela de Garay en 1994.
«La vivienda debe tener un número de satisfactores para una vida normal, porque no por ser pobre se requieren menos metros cúbicos para respirar» dijo el arquitecto Ramírez en su momento a la historiadora.
Pese a la caducidad de sus ideas, el funcionalismo de Pani sí dejó temas importantes a tratar en la arquitectura de grandes ciudades, en específico lo que tiene que ver con los espacios verdes y la descentralización.
El funcionalismo murió, y así también las ideas detrás del trabajo de Mario Pani. Su trabajo sin embargo prevalece, da vivienda a miles de mexicanos y da forma y vida a la Ciudad de México. Pani también fue responsable de la Torre Banobras, que en su momento fue la segunda más alta de México y siguió construyendo unidades habitacionales, aunque más modestas. Mario Pani recibió el Premio Nacional de las Artes en 1986 y falleció siete años después, el 23 de febrero de 1993.
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La noticia
Desde la «supermanzana» hasta las mega torres de departamentos apilados: las ideas de Mario Pani que crearon Tlatelolco y moldearon CDMX
fue publicada originalmente en
Xataka México
por
Steve Saldaña
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